Un día, un samurai llamado Nobushige propuso encontrar Hakuin, un viejo monje Zen que era conocido por ser muy sabio. Cuando llegó al monasterio, él abrió la puerta y preguntó al anciano: "Dígame, usted aprendió en estos asuntos. ¿Qué es el cielo, y lo que es el infierno?"
Hakuin se quedó quieto por un momento en el suelo de tatami-enmarañado. Luego se volvió y miró a la guerrera. "Dices que eres un guerrero samurai," dijo. "¿Por qué, mírate. No eres más que un simple trozo de un hombre! Dudo que puedas cortar la cabeza de una mosca con su espada."
Por un momento, se quedó boquiabierto Nobushige. Nadie hablaba de un samurai de esa manera! Entonces, como si alguien hubiera ondeado un paño rojo delante de un toro, con el rostro contraído de rabia. Él gritó, "¿Cómo te atreves! No voy a dejar que te salgas con tal insulto." Tirando de su enorme espada de su vaina, la levantó por encima de su cabeza, dispuesto a matar al viejo monje.
Imperturbable, Hakuin miró directamente a los ojos del Warror furioso y dijo: "Tú preguntaste qué demonios es. * Esto * es el infierno."
Nobushige congeló, con la espada aún levantada, como el odio y la ira que lo había consumido drenadas lejos. Miró al viejo monje con asombro, al darse cuenta de que este hombre pequeño y encorvado había arriesgado su vida para responder a su pregunta.
La reducción de su arma, Nobushige inclinó ante el monje, mientras las lágrimas aparecieron en sus ojos. "Gracias por su enseñanza", dijo el samurai con humildad, con el corazón lleno de gratitud por el don del monje.
Hakuin le sonrió a los samurai y dijo: "Y esto, amigo mío, es el cielo."
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